JAMA Pediatrics
Artículo de opinión
Fecha de publicación: 27 de julio de 2020
Resumido por: Rebeca Martínez Archer
Revisado por: Manuel E. Soto-Martínez, MD MSc.
Aunque el efecto de COVID-19 sobre la salud física de los niños parece ser menor que en adultos, sus consecuencias psicosociales pueden estar magnificadas en familias que usualmente lidian con estresantes graves y experiencias adversas de la niñez (e.g., violencia doméstica, abuso, maltrato, problemas psicológicos de los padres).
Factores de riesgo para el maltrato infantil incluyen el desempleo parental, abuso de sustancias, problemas maritales y conflictos de padre e hijo. Todos los anteriores pueden surgir como secuelas de la pandemia.
Familias vulnerables pueden estar limitadas en su habilidad para lidiar con la situación al haber una amplificación por COVID-19 de las inequidades financieras y salubres.
Se proponen las siguientes recomendaciones para investigadores del desarrollo infantil:
1. Medir la exposición y disrupción de la pandemia: es esencial para valorar las consecuencias de COVID-19. Los investigadores pueden abordar a los niños y sus padres. Pueden preguntarle a los padres/cuidadores sobre lo siguiente:
Grado en que consumen noticias relacionadas a COVID-19 e intentan limitar la exposición de los niños a ellas.
Temor de los niños a que ellos o sus familiares puedan enfermarse o morir de la enfermedad.
Pérdidas o tensiones asociadas a COVID-19.
2. Realizar valoraciones longitudinales: en el contexto de dificultades económicas continuadas y secuelas a largo plazo de exposiciones traumáticas, es crucial realizar valoraciones repetidas del ajuste de los niños. Estudios longitudinales con mediciones pre y post pandemia pueden ayudarnos a entender la trayectoria del riesgo y resiliencia e informarnos sobre medidas preventivas e intervenciones.
3. Medir factores promotores de resiliencia y el ajuste positivo: la ausencia de mal ajuste no significa que haya un adecuado funcionamiento adaptativo.
Factores promotores de resiliencia: crianza positiva, habilidades parentales e infantiles de regulación emocional, fuertes recursos escolares y comunitarios, y programas flexibles de incapacidad laboral.
Factores protectores específicos de COVID-19: acceso familiar a apoyo, actividades al aire libre, disponibilidad de ayuda para el cuidado de los niños.
4. Valorar factores biológicos: medir marcadores biológicos de resiliencia o recuperación puede ayudar a entender la propensión de desarrollar enfermedades crónicas y evidencia de su desviación.
5. Considerar la complejidad de las consecuencias de la pandemia: individuos pueden verse afectados de forma diferente dependiendo de sus condiciones preexistentes y factores protectores.
6. Medir la salud mental y funcionamiento de los cuidadores.
7. Recolectar datos que permitan el reconocimiento y discusión de disparidades en salud: se alienta a los investigadores a examinar las disparidades en determinantes sociales de la salud (en grupos raciales, étnicos, y en áreas rurales y urbanas) que puedan dificultar la implementación de intervenciones efectivas.
8. Evaluar esfuerzos de prevención e intervenciones: aplicar programas basados en evidencia y examinar políticas implementadas para informar esfuerzos futuros que mitiguen las consecuencias de adversidades y sus secuelas.
9. Fomentar colaboraciones dentro de la comunidad de investigación.
10. Considerar métodos de recolección de datos que sean factibles, sensibles y no intrusivos: para mejorar la representación de aquellos que más necesitan investigación y apoyo, se deben considerar recursos que mejoren la calidad y velocidad del internet y otros métodos de recolección de datos.
Bibliografía: Roubinov D, Bush NR, Boyce WT. How a pandemic could advance the science of early adversity. JAMA Pediatr. 2020. DOI: 10.1001/jamapediatrics.2020.2354
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